miércoles, 24 de junio de 2009

Cielo Azul


Llevaba treinta y seis peldaños y todavía no terminaba. No sabía porque estaba contando los peldaños, pero ya no podía parar. La noche húmeda no lo dejó dormir y las amarras habían desprendido la piel de las muñecas. La venda anudada en la nuca dejaba entrar un rayo del sol de mediodía, según suponía por el calor que sentía en el pecho desnudo. Cada vez que bajaba la intensidad del ascenso, recibía un empujón en la espalda y retomaba el paso acelerado.

No podía recordar la cara de su mujer, ni la de su hijo, sólo tenía presente la imagen silenciosa de sus captores cuando lo sacaron en la mitad de la noche.

Cincuenta y cinco escalones más arriba una mano firme lo detuvo y le sujetó la frente, obligándolo, sin decir nada, a tenderse boca abajo en el piso de piedra. Recién en ese instante escuchó el murmullo de la multitud al pie de la piramide y pensó que no habría otra oportunidad de ver el cielo azul. Se dió vuelta, lo más rápido que pudo, y cuando el destello del sol desaparecía por la pequeña rendija que le permitía ver el mundo, sintió la piedra afilada romper sus costillas y entrar en su pecho.

3 comentarios:

trasplante dijo...

si Cristo hubiera sido tu personaje la gente llevaría colgado al cuello una piedra afilada -quizá con un pedazo de costilla- y las iglesias habrían erigido el mismo simbolo como icono sagrado del catolicismo...

Amen

alexandro alvarez dijo...

NO TA BLE... la experiencia ancestral de la desaparición forzada de personas, si no fuera por los escalones, la pirámide, y el utensilio afilado de piedra, sería la experiencia de los hornos de Lonquén.
Moctezuma y Pinochet... la misma hueá. La dictadura y las guerras floridas. Nada nuevo bajo el sol
Es lo mejor que has escrito aca gordito.

José Miguel dijo...

Yo una vez caminaba a las 21:43 por Portugal entre 10 de Julio y Copiapó y al pasar por un edificio con cortina metálica cerrada, escuché el ruido general de un celebración canuta, ¡¡aleluya!!, y por el borde inferior la vociferación de un energúmeno que parecía estar hablando hacia afuera con la boca pegada al vértice del piso con la cortina metálica. Se oía como voz del más allá, llamándonos hacia lo desconocido. El Dr. Who debería haber presenciado ese espectáculo digno de los sacrificios humanos de Cthulú